100 tequilas consecutivos

Posted: martes, noviembre 20, 2007 by Godeloz in
2

(Joy Division vuelve de ultratumba y reta a She Wants Revenge)



Dicen de este grupo que es una pésima copia de Joy Division. ¿Cómo podría? Primero, falta la infinita angustia que Ian Curtis se llevó a la tumba colgándose en la cocina de su pequeña casa de Manchester, mientras los tremendos decibeles de “The Iditot” de Iggy Pop competían con la banda sonora que Werner Herzog había escogido para su película Stroszeck.

Y también falta el apuro de las guitarras, el ocultismo del sintetizador, la batería pagana y el acento profundamente gótico de las gargantas de Salford, en cuyas calles y bares, más de una vez, Curtis retorció las extremidades presa de su danza epiléptica y encantadora.

She Wants Revenge, definitivamente, es otra cosa. Sí, hay en el conjunto de su música frenetismo, un llamado a la enfermedad, se intuyen las deudas: new wave, post-punk, tecno, industrial… y resucitan nombres que quisieramos ver reunidos en el escenario de algún festival orgiástico del underground: Bauhaus, Ministry, New Order, Depeche Mode, David Bowie el básico, Lou Reed el joven.


El primer trabajo discográfico de She Wants Revenge causó un revuelo similar al que produce una catástrofe climática. Los melómanos se estaban congelando porque a sus oídos sólo llegaba más de lo mismo y de pronto una vuelta inesperada los puso frente grupos de la talla de TV on the radio, Yeah yeah yeahs, Le Tigre, Blonde Redhead, Interpol y She Wants Revenge, que barrió como el Katrina pero dejó, tras el lanzamiento de su segundo trabajo, escombros y polvo.

Uno escucha un trabajo completo de Joy División y siempre hay sorpresas. Cada ritmo es la bestia de un zoológico donde no se repiten las especies, cada tonada es un aullido de apareamiento o de batalla y cada palabra tiene el poder de proyectar la presencia en carne viva de Ian Curtis, Bernard Summer, Peter Hook y Stephen Morris tocando en destartalados escenarios y siendo captados por lentes mal enfocados que les otorgaron una inmortalidad borrosa.

En cambio, las sorpresas que She Wants Revenge reserva a su público logran ovaciones pero se deslizan fácilmente a las lagunas de la memoria. Canciones como "Red Flags And Long Nights" tienen la fuerza de ganar adeptos, pero otras como “Someone Must Get Hurt” hacen que esos adeptos consideren la traición sin remordimiento. En la primera, hay sonidos innovadores (con la guitarra no vendría mal un poco de LSD y la batería, definitivamente, provoca el antojo de 100 tequilas consecutivos), y sin embargo, cuando el trabajo ya va por la décima canción la resaca ya ha instalado su señorío porque los sonidos electrónicos se vuelven monótonos y la sensación es de sobredosis.

De cualquier forma, She Wants Revenge no carece de méritos. Empezando por el nombre, que tiene belleza y deja muchas preguntas. Así como el nombre del cuarteto de Manchester también dejaba muchas preguntas (¿Qué pasó con esas mujeres que hacían parte de las brigadas que durante la Segunda Guerra Mundial recorrieron los campamentos de soldados buscando la raza perfecta?) y tenía una belleza que inspiró el punk de los 70 y sigue provocando cambios en la música, algo que ni siquiera la muerte del atormentado líder ha podido disolver.