Pronóstico del callejón sin salida

Posted: viernes, febrero 08, 2008 by Godeloz in
2

(Los trabajos que Hércules tendría que superar en una sociedad supercivilizada)



*Television man suena de fondo*
Si el destino hace que el candidato demócrata Barak Obama llegue a manejar las llaves de la Casa Blanca, la humanidad podría estar a un paso de ver, antes de que los gusanos se den un festín con sus ojos, el cumplimiento de los vaticinios que Hollywood se ha encargado de llevar a la pantalla.
Se acercaría un armaguedón y tal vez no habría escapatoria. Los que han recibido una educación de tubos catódicos y celuloide desde la década de los noventa saben de qué estoy hablando. Casi siempre, cuando, en el cine, un negro es el hombre más poderoso del planeta, está en un callejón sin salida. Enfrentando la amenaza de un gigantesco asteroide, una encarnizada ola terrorista o el fin definitivo de la vida conocida y desconocida.
Aunque casi en todos los casos el desafortunado presidente es salvado en el último minuto por un héroe rubio, carismático y de buena puntería.
En 1998 Morgan Freeman interpretó el papel del presidente Tom Beck en Impacto Profundo. Era justo (como casi todos los presidentes de Estados Unidos – ¡JA!-), amado por los contribuyentes, respetado por los señores cara de palo del estado mayor y preocupado por el futuro de los 198 países de la tierra. Pero ni su cara partida por la congoja ni sus brazos entrelazados y suplicantes, y mucho menos el sudor que convirtió su camisa blanca en una cátedra de geografía bizarra, pudieron evitar que el gigantesco asteroide que vagabundeaba por el espacio se hundiera con todo el descaro de que es capaz una roca inocente en la mitad del océano, provocando un tsunami al que sobrevivieron muy pocos, entre ellos el nada convencional presidente afroamericano que estaba pálido del susto y maldiciendo el azar cósmico que había derrocado su imperio dejándole apenas un dominio sobre escombros, ciénagas y mierda.
Obama podría aprender mucho del talento de Freeman: la compostura en semejante desgracia, las palabras que enaltecen y la determinación de hierro para tratar de frenar el cataclismo con una bomba atómica. No es improbable que esto suceda. Los científicos enclaustrados en los observatorios han encontrado cientos de asteroides que podrían colisionar en algún lugar del mundo –por lo general ese lugar es el mar o un país de nombre impronunciable, poco habitado y muy pobre-. Uno de los más cercanos y amenazantes es Apophis, un asteroide que se encuentra a tan sólo 16 mil kilómetros de la tierra y podría llegar al vecindario solar apenas en 30 años. Los científicos dicen que la probabilidad de una colisión es de 45 mil a uno pero tal vez sean paños de agua tibia para evitar que la raza humana –y sobre todo el Presidente de los Estados Unidos- enloquezca de pánico, pues el impacto sería igual a veinte mil Hiroshimas. Ya decía yo que una roca con semejante nombre era de la peor calaña.
Claro que el cuento podría ser diferente. Obama podría despertar un día y ponerse sin querer los zapatos que el actor Dennis Haysbert ocupó en la ultraexitosa serie de televisión 24. ¡Que se tengan los que puedan tenerse! Su majestad el presidente tendría que atrapar a los malos, desactivar las bombas, erradicar el virus, evitar la tercera guerra mundial y arreglarse con su esposa en apenas 24 horas o, lo que es lo mismo, mil cuatrocientos cuarenta minutos - cada uno de ellos cuenta-. Pero la tarea sería fácil, casi la misma que en el ejemplo anterior: ser tenaz, íntegro, comprensivo, super justo y mantener la compostura mientras el mono de infalible puntería atrapa a los malos, desactiva las bombas, erradica el virus, detiene la guerra y se arregla con cuanta esposa se le atraviesa.
Obama, con zapatos o sin zapatos, se está metiendo en camisa de once varas. Primero tendría que arreglar el desastre que Mister Bush ha causado en oriente medio (si es que semejante embarrada tiene arreglo), luego tiene que fruncir muy bien sus posaderas para que se desvanezca el nuevo eje malvado que le endilgan a Latinoamérica y si está de suerte hacer una magnifica jugada para cantarle el jaque mate a Al Qaeda. Muy entretenido sería el asunto si en lugar de la osadía de Jack Bauer este presidente afroamericano se valiera del desparpajo con el que Maxwell Smart vence en cada capítulo el recontraespionaje de Kaos.
Si los adversarios de Barak Obama hicieran caso de estas conspiraciones cinéfilas abandonarían sin pensarlo la carrera presidencial más televisada; temiendo que en este año 2008, año de la rata china, los planetas se alinearan para engendrar la peor de todas las calamidades: un planeta oscuro con cell phone igualito al del Quinto Elemento. El mandatario gringo se vería avocado a peripecias sobrehumanas y ya se sabe hace rato que los super héroes no existen y mucho menos quintos elementos tan despampanantes como la refinada lánguida Mila Jovovich. La única esperanza es saber que los rubios guapos y matones sí abundan en la tierra, tienen sed de sangre –tanto terrestre como alienígena- y prestan sus servicios a cambio de muy poco: algunos acres de tierra tercermundista.
En la película, el Presidente Lindberg era un cero muy a la izquierda del imperio planetario a pesar de su tenebroso ojo de vidrio, pero en la vida real un presidente Obama enfrentado a estos crueles desafíos tendría que jugarse toda su carne viva, tal y como lo está haciendo ahora en una carrera que bien podría costarle más de un ojo de la cara.
Ojalá la gane para ver qué es lo que nos espera y poner a prueba el dicho de que la realidad supera todas las ficciones.