El viejo lobo y la debutante

Posted: martes, febrero 15, 2011 by Godeloz in Etiquetas: , , ,
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"Nunca he visto que un lobo se inmole por la felicidad de otro lobo".
Víctor Hugo 

Cosas que esperaba ver en un western de los hermanos Coen: brutalidad, el retrato más salvaje de las praderas, una violencia aflorando de todos los rincones como si una película pudiera convertirse en el manantial de la más pura corrupción, hombres sin ley pero sobre todo sin dios o en todo caso hombres que le rinden tributo a dioses caníbales y hambrientos. Esperaba ver un muerto cada cinco minutos, esperaba tener el regocijo de alucinantes tiroteos, persecuciones vertiginosas y duelos en los que la trayectoria de las balas obedece a la sed de sangre del tirador: la muerte dándose un banquete de dolores viscerales y bilis vertida sobre la misma pasta ruinosa con la que está construido el imaginario del viejo, lejano, salvaje y sangriento oeste.

Pero no hay que devanarse los sesos buscando en True Grit el sello de los hermanos Coen. Los que dirigieron esta película no son los mismos que provocaron pesadillas tras el retrato que hicieron de Anton Chigur, el villano escalofriante de No es país para viejos; tampoco son los mismos que oficiaron el carnaval de tripas de Fargo, ni los que se ensañaron con el dócil Michael Stuhlbarg en A serious man. Por lo tanto, True Grit no provoca carcajadas  manchadas de culpa, ni destiempla los dientes con una crueldad disfrazada de humor negro. Los hermanos Coen de este western son otros hermanos Coen o si no son otros, por lo menos son esos hermanos Coen que se divierten dando sorpresas, es decir, son los mismos hermanos Coen de siempre.

Cosas que encontré en el western de los hermanos Coen: un relato clásico de los que se adolece tanto en este tiempo, enmarcado en una cacería pausada y atravesado en cada flanco por un paisaje en extinción en el que flotan los mismos fantasmas que han convertido a otras películas del género en poderoso combustible para las brasas del mito. Si en sus películas anteriores los hermanos Coen han demostrado que son invictos en la batalla contra el lugar común, en True Grit hacen todo lo contrario y tienen la humildad, y especialmente tienen la valentía de aceptar los lugares comunes del western como una fórmula infalible para lograr buenas películas. Hacer lo contrario hubiera sido escupirle en la cara a cualquiera de los grandes, sea Houston, Hawks, Leone, Ford o Eastwood y esta clase de hombres no aguantaría los agravios, esta clase de hombres resuelve las ofensas empeñando su vida en la búsqueda sin tregua de algo que podría llamarse venganza terminal, que consiste básicamente en desear con locura la muerte del enemigo y sacrificar ante este propósito todo lo que se tenga, aun la propia vida. Los hombres de esta clase no tienen nada que perder y son más fuertes que la misma naturaleza, a la que, dicho sea de paso, deben enfrentar con actitud kamikaze. Sorprende, eso sí, que la niña de True Grit sea como los hombres de esta clase. Mattie Ross es quizá la única que se aísla de los lugares comunes del western o se integra a ellos como un aporte personal de los directores. Tiene determinación y belleza, es valiente y vulnerable a la vez, si carece de fuerza para disparar una colt les sobra puntería a sus palabras para herir aún más profundo. La naturaleza se repliega a su paso. Es una amazona conquistando el oeste americano sobre el lomo de un caballo negro, camuflándose en la elegancia de una niña debutante del siglo XIX. A su lado parece opacarse la figura de Rooster Cogburn (Jeff Bridges), un viejo comisario que, como todo pistolero que se respete, ha regresado varias veces del infierno, como un viejo lobo que se aparta de la manda para cazar en solitario a enormes bisontes que tiemblan al advertir su cercanía. El personaje le hace justicia al que interpretó John Wayne en 1969 pero sigue un camino personal e independiente: si en la versión clásica es el héroe en llamas que salva su alma con un último acto, en esta versión no hay alma que salvar y las llamas no lo envuelven a él solamente, se van expandiendo hasta la catarsis final: un duelo que nos toma por sorpresa.

Mattie y Rooster son dos personajes que en True Grit no tienen contrapeso. LaBeof (Matt Damon) es una figura de tintes paródicos y Tom Chaney (Josh Brolin) no tiene el temple del antagonista demoniaco que debería caracterizar a los forajidos. En los breves minutos que aparece es tan pusilánime como el Robert Ford que le disparó por la espalda a aquel famoso asaltador de trenes y bancos. La pandilla que acompaña a este villano tampoco es de temer y el tiroteo del desenlace viene siendo más bien una estación de paso. Un entremés necesario antes del plato fuerte, antes del verdadero duelo en el que los héroes incendiados se precipitan contra el crepúsculo como una fuerza nueva y terrible que eventualmente reemplazará a las de la naturaleza.