Bailarina en una burbuja de vacío

Posted: sábado, abril 14, 2012 by Godeloz in Etiquetas: , , ,
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"Cuanto más oscuras se ponen las cosas, más importante es ir hacia ellas."
Billy Corgan



El cine es una entrada a otros mundos pero en ocasiones muestra algunos que nadie quisiera habitar. En el caso de Fish Tank (2009) el mundo que se muestra es uno que tiene pocas salidas para su protagonista. La joven Mia incuba en silencio la rabia con la que cualquier adolescente busca contrarrestar la influencia de sus padres, solo que en su caso, la rabia supera las convenciones. Se nota en su lenguaje pero más se nota en la forma en que sus ojos miran el entorno en el que está confinada: los suburbios de ínfimos apartamentos, calles monocromáticas y habitantes que parecen felices en su mediocridad reciben de los ojos de Mia desprecio implacable y hambre de destrucción. Ella deambula  con el vaivén azaroso propio de los animales cautivos. Camina con premura pero sin tener nunca un sitio fijo donde llegar; la vida, para ella, debe ser otra cosa distinta a lo que le está pasando y su intento por encontrar las hendiduras que le permitirán fugarse será el pilar de esta historia dirigida por la británica Andrea Arnold.

Fish Tank tiene méritos que se realzan cuando se junta un puñado de películas que los comparten. En la edición de noviembre - diciembre de la revista Film Comment, el crítico Graham Fuller publicó un extenso artículo titulado Misery loves company en el que habla de un cine lúgubre y depresivo que encuentra en directores como Ken Loach y Mike Leigh figuras precursoras de una estética de la desazón que, manejada con las dosis adecuadas de ironía, humor e incluso frialdad, alcanza estadios superiores del séptimo arte.

En este subgénero, nombrado en el artículo de Fuller como Misery Cinema, los directores deben operar con tacto y lejanía de modo que los personajes puedan expresar las variables de su desesperación sin que denoten la intención de provocar lástima o pesares injustificados por parte del público. Es un cine que denuncia pero no hasta el punto de integrar un apostolado que busca la superación de las dificultades humanas. Simplemente experimenta con las infinitas posibilidades estéticas que pueden brotar de las historias humanas que se desarrollan en estas burbujas de vacío.

Este tipo de películas, dice Fuller, "han adoptado un amplio espectro de problemas sociales, más que todo desde una perspectiva doméstica". El árbol genealógico estaría integrado, entonces, por filmes como This is England (2006), Neds (2010), Another year (2010), Control (2010) o Tyrannosaur (2011), solo por mencionar algunas de las producciones más recientes.

Las vidas grises que llevan sus personajes reflejan las consecuencias de realidades muy comunes: desempleo, soledad, alcoholismo, abuso sexual, locura, violencia, pobreza o muerte. Sin embargo, sus decisiones y comportamientos no solamente están condicionados por estas circunstancias sino que parecen tener orígenes más íntimos, como si la energía espiritual de personajes como Conor el niño problema de Neds; o Joseph, el violento hombre que Peter Mullan interpreta en Tyrannosaur, estuviera atravesada por la misma ferocidad e idéntico desasosiego.

Con estas películas, Fish Tank no solo comparte escenificaciones sombrías que describen el estado de ruina progresiva que cobija a toda la historia, sino que coincide en dotar a su personaje central de una actitud iconoclasta y agresiva que la convierte en una oscura heroína: nadie quisiera imitarla pero en cierto sentido provoca una devoción cercana a la que los padres sienten por sus hijos endiabladamente problemáticos.

Solo que en el caso de Mia no existen devotos confiables. Su madre lleva una existencia promiscua en la que no hay lugar para las dos chicas que, se nota, engendró por error; con su  pequeña hermana tiene una relación que se sostiene apenas en los límites de la sana convivencia -sin complicidad ni cariño- y con los demás jóvenes del barrio solo alcanza a interactuar desde la rivalidad o la indiferencia. La esfera de sus relaciones cambia de tono cuando aparece en escena Connor, el nuevo novio de su madre, cuyo comportamiento supera las exigencias de la cordialidad pues se muestra comprensivo, cariñoso, alegre y tan dedicado como cualquier padre.

¿Quién es este visitante de otro mundo? ¿Con que intenciones se cruza en el camino de esta familia de mujeres solitarias? Porque la figura de Connor tiene una apariencia redentora pero en la desconfianza inicial de Mia no puede ser posible tal maravilla. En todo caso, es claro que el personaje seductor que Michael Fassbender interpreta, es un forastero que motivará los giros de la historia. Un representante de esa escurridiza dimensión donde existe la felicidad y el amor es una quimera posible.

En este sentido puede atribuirse a los filmes que comparten los genes de Fish Tank otra característica particular, la de poner sobre una balanza la imagen de mundos opuestos. Es más claro en una película como Un año más (Another year - 2010), donde la pareja conformada por Tom y Guerri vive en medio de una placidez que hace tan perdurable el cariño como sólida y constante la alegría, mientras el resto de infortunados individuos que la rodean hacen parte de una estirpe abismal de seres que no encuentran regocijo. La pesada cadena de sufrimiento que los asfixia es quizá el costo que deben pagar para que otros individuos, pocos suertudos a fin de cuentas, disfruten de la vida como si realmente estuvieran recluidos en recreaciones fieles de una postal.

La contraposición de realidades tan distintas como el día y la noche dibuja en el argumento las líneas de fuga para los personajes patibularios. Si En un año más las  veladas sibaritas en el hogar de Tom y Guerri son la única opción para que los demás personajes encuentren un poco de alivio; en Fish Tank, Mia tiene más opciones pero cada una de ellas se vuelve inaccesible. Por un lado, el breakdance podría ser una llave para abrirse camino en un destino de abundancia y celebridad pero esta idea es tan débil como el sueño de ser astronauta. Por otro lado, la relación con Connor se perfila como una línea de fuga posible pero está mediada por una tensión irresoluble que evoluciona de lo filial a lo erótico, lo que termina derrumbando otra ilusión para alimentar el hambre de destrucción de Mia. Finalmente, la escapatoria que le queda no promete un final feliz pero por lo menos le abre a Mia un destino en el que la compañía de un  espíritu afin hará más llevaderos la incertidumbre y el tedio.

En las últimas imágenes sus ojos conservan suficiente desprecio para defenderse del mundo y retarlo a un duelo en el que impondrá su baile como una declaración de independencia. En ese punto el carácter realista de Fish Tank adquiere mayor impacto porque entendemos que el poder de Mia se alimenta con sus continuas desilusiones.