La mitología personal de Sussane Bier

Posted: viernes, diciembre 13, 2013 by Godeloz in Etiquetas: , ,
0



Esta historia podría empezar con una familia judía oculta en el compartimento secreto de un automóvil o con un hombre que regresa de Afganistán para tratar de instalarse en la familia que lo creía muerto o con un heroinómano que pierde a su mejor amigo o con un ganso abandonado en un horno durante tres años. Cada situación serviría como un dramático punto de partida para narrar historias que ponen a prueba la naturaleza humana. Algunas de las imágenes hacen parte de la filmografía de la directora danesa Susanne Bier y otras pertenecen a su mitología familiar. Para ella, no es enorme la separación entre ambas. Están mediadas por la fina envoltura que separa lo concreto de lo imaginario pero las personas y los personajes que están a cada lado comparten emociones, personalidades y miedos. 

Susanne Bier nació en Copenhague en 1960 en el seno de una familia judía. Cuando llegó al mundo, sus padres ya habían superado desde hacía mucho tiempo las amenazantes persecuciones nazis pero el recuerdo de la fuga permanecía estampado en la historia familiar como un peligro que en cualquier momento podía regresar. En las historias dramáticas que Susanne Bier ha rodado, esta historia aparece sugerida pero no desde la reproducción de los detalles autobiográficos. Como artista se niega a caer explícitamente en el tono autorreferencial. Sin embargo, la fuerza dramática de las situaciones y la forma en que sus personajes se comportan frente a la crisis son el reflejo del modo en que ella imaginaba a sus padres y abuelos cuando le contaban la historia. 

Rudolf Salomon Bier y Hennie Jonas tenían orígenes judíos pero provenían de distintas naciones. Él, ruso; ella, alemana. Coincidieron en Dinamarca años antes de que Europa fuera azotada por la Segunda Guerra. Luego llegó la invasión Nazi a ese país de personas gentiles en 1940. Bier cuenta que los daneses siempre fueron amables con los forasteros y, durante tres años, los judíos no temieron la ocupación alemana. Sin embargo, en 1943 las familias judías empezaron a escapar masivamente hacia Suecia, alertadas por el propio gobierno danés que supo con anticipación los planes nazis de recluir a los judíos en campos de concentración para exterminarlos. 

Susanne describe a su abuelo como un hombre estoico y caballeroso que no se involucraba mucho en la crianza de sus hijos. Por eso, la única vez que fue a recoger a su hijo Rudolf a la escuela fue el día en que iban a escapar de los nazis. La familia entera se escondió en el compartimento secreto de un automóvil. Estuvo a punto de ser descubierta pues la ruta de escape se acercaba peligrosamente a uno de los cuarteles que los nazis habían instalado en Copenhague. La familia danesa que los auxilió sufrió un difícil momento de tensión al pasar por uno de los retenes, pero la fuga hacia Suecia tuvo un desenlace afortunado. 

Por la misma época de 1943, en otro lugar de la ciudad, la familia de Hennie Jonas vivía una situación semejante. Celebraban juntos el año nuevo judío, entre los meses de septiembre y octubre. Un ganso se cocinaba en el horno y la cena estaba a punto de servirse cuando un aviso imprevisto los alertó para escapar antes de ser capturados. Cruzaron el mar del Norte hacia Suecia y allí estuvieron a salvo durante tres años. Cuando los nazis mordieron el polvo y la familia Jonas pudo regresar a su hogar, en 1946, el ganso que cocinaban para el año nuevo todavía estaba en el horno.

Susanne Bier cuenta esta historia en una entrevista que le hicieron en NPR (National Public Radio) días después de recibir el Oscar a la mejor película en habla no inglesa por su filme de 2010 En un mundo mejor. Su narración está llena de pequeños detalles que la llenan de significado. Entre risas dice que su abuela jamás volvió a comer ganso y cuando la periodista le pregunta si algún día filmará esa historia, ella responde que ya lo ha hecho pero usando otros moldes. 

Tras graduarse de la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca, en 1987, Susanne Bier inició una activa carrera que rápidamente la condujo a dirigir sus propias historias. Se hizo muy popular en su país con el primer largometraje, Freud leaving home (1991), y alcanzó un éxito comercial estimable con la comedia romántica de 1999, The one and the only. pero la visibilidad internacional de Bier era prácticamente nula. Aunque entre 1991 y el año 2000 dirigió ocho producciones entre largometrajes y películas para televisión, su obra prácticamente pasaba desapercibida por fuera de Dinamarca. Sin embargo, convertirse en una de las apóstoles del movimiento Dogma 95 le dio una inesperada visibilidad internacional. 

 En el año 2002 ocurrieron dos eventos fundamentales para la filmografía de Susanne Bier. Por un lado, empezó su colaboración -que hasta el día de hoy se mantiene- con el escritor y guionista Anders Thomas Jensen, con quien ha desarrollado los argumentos de sus mejores películas. Por otro lado, esta primera colaboración fue para producir Open hearts (2002) el título que Bier rodó bajó las rígidas normas de Dogma 95. 

Trabajar en esta historia de dos parejas cuyas vidas se entrelazan por un evento trágico fue un desafío que Bier describe como saludable. Cuenta en una de sus entrevistas que el cine danés atravesaba una época en la que pretendía parecerse al cine de Estados Unidos sin tener la habilidad técnica ni los enormes recursos financieros. Por eso, Dogma 95 fue como una purga, pues obligó a los cineastas a concentrarse en el argumento y en los personajes. “Creo en las reglas y en las limitaciones artísticas. Y estas normas en particular, las de Dogma 95, eran de austeridad”. 

Open hearts fue el primero de una serie de éxitos que no se restringieron a la cartelera de Dinamarca y de los países europeos vecinos. Aunque fue su única película bajo el canon de Dogma 95, las siguientes mantienen el acento en esos dos aspectos que directores como Lars Von Trier y Thomas Vinterberg le enseñaron a valorar con su manifiesto: el cine está hecho de historias y las historias son tan buenas como sus personajes. Si bien títulos como Hermanos (2004) o Después de la boda (2007) cuentan con el despliegue de producción que Dogma 95 rechazaba, Susanne Bier no olvida hacer énfasis en la construcción de personajes capaces de contagiar desde la pantalla sus experiencias más íntimas como si estas pudieran ser objeto de una transfusión real. Tampoco olvida, de vez en cuando, quizá para divertirse, usar la cámara al hombro, la música incidental y la iluminación sin malabarismos planteada en los mandamientos de Dogma. 

Sus historias originales no tardaron en llamar la atención de la industria. Para bien y para mal. Para bien porque la resonancia de películas como Después de la boda, que fue nominada a un Oscar en 2007, le permitió incursionar en el mercado estadounidense. Para mal porque argumentos tan impactantes como el de la película Hermanos, donde un hombre regresa de Afganistán después de que su familia lo cree muerto, también llamaron la atención de ese mercado estadounidense que no tiene reparos en convertir un buen producto en la víctima de un remake desafortunado. 

Pero Susanne Bier supo jugar bien con ese doble filo. Hizo una pausa en su siempre fructífera colaboración con el guionista Anders Thomas Jensen para rodar una película en suelo estadounidense protagonizada por Benicio del Toro, Hale Berry y David Duchovny. Y aunque cambió el escritor, pues el guión de Cosas que perdimos en el fuego (2007) venía firmado por un inexperto Allan Loeb, la directora danesa mantuvo su tono particular y siguió explorando sus temas favoritos: vidas trastornadas por la muerte, personajes que descienden hasta el pozo de sus flaquezas para reponerse gracias al ejercicio de esa decencia admirable con la que Bier viste a sus personajes. 

supoEs inevitable ver un enlace en el carácter de Brian Burke, el personaje que interpreta David Duchovny en Cosas que perdimos en el fuego, con la entereza moral de Anton, el médico de En un mundo mejor, la película con la que Bier ganó un Oscar y un Globo de oro. Ambos personajes se muestran como seres nobles, generosos y estoicos; de una gentileza que parece anacrónica e incluso podría ser tomada como debilidad, aunque en ellos opera como la herramienta más adecuada para navegar en la zona oscura de su mundo. En el primero, la vida hecha añicos de su mejor amigo adicto a la heroína; en el segundo, la violencia brutal que acorrala a los refugiados del campamento africano en el que trabaja como médico voluntario. 

Bier suele usar los paralelos para narrar historias similares en diferentes contextos. El título danés de En un mundo mejor es Venganza (Hævnen), una palabra con la que la directora no estaba cómoda pero que sirve en este caso para describir lo que sucede en los dos escenarios de la película. Por un lado, ese campo de refugiados en Kenia donde un señor de la guerra abre a las mujeres embarazadas para averiguar el género del nonato, y por otro lado esa pequeña población de Dinamarca, donde Elías, el hijo de Anton, es víctima del matoneo en su colegio; y su nuevo amigo, Christian, demuestra ser capaz de cometer agresiones contundentes mientras sobrelleva el luto por su madre muerta. En ambos escenarios, la violencia y la muerte afectan por igual a los personajes. No hay atenuantes, pues lo que Bier quiere decir es que la naturaleza humana se presenta siempre igual aunque lo haga bajo diferentes moldes. 

Para darse un respiro, Bier quiso volver en su siguiente película a un género que ya había explorado en sus inicios como directora, la comedia romántica. Amor es todo lo que necesitas (2012) narra el encuentro fortuito de dos personajes que comparten antecedentes funestos. Philip y Ida se conocen en la boda de sus hijos. Él perdió a su esposa por el cáncer y ella ha soportado con abnegación la misma enfermedad, sin perder su buen humor, a pesar de que su esposo la abandonó por una mujer más joven. En medio de una celebración enmarcada en el luminoso paisaje italiano, los dos personajes encuentran la sintonía que los entrelaza y los hace prevalecer ante la amenaza de la muerte. De nuevo Bier echa mano de los elementos dramáticos de su vida sin intentar contar una historia autobiográfica. Su madre padeció cáncer de seno dos veces y ella siempre se asombró del buen ánimo con el que enfrentó la enfermedad. Antes de lamentarse prefería comentar las virtudes de las enfermeras. Susanne Bier ha creado sus historias y los personajes que viven en ellas con trazos de este carácter intachable.