El deporte rey por el arte supremo

Posted: miércoles, marzo 07, 2007 by Godeloz in
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El minuto cero de cualquier contienda futbolística es como la página en blanco que precede al primer capítulo de una obra literaria. Se sabe de ante mano que al darle vuelta aparecerán personajes fatales o cómicos, tristes o vengativos, generosos o desquiciados…


La primera frase de un libro es tan importante como el pitazo inicial de un clásico del fútbol. Si el inicio es bueno, el hincha o el lector no perderán detalle de lo que sucede en el terreno de juego o en el campo de batalla. En esos lugares se cocinan, ante nuestros ojos, todas las pasiones humanas. Porque así como a Otello lo destrozaban los celos, a un portero abatido mil veces por los goles lo carcome la angustia de ver que su equipo no descuenta el marcador.


La venganza estalla en los empates desde los doce pasos, el amor se desnuda en la alegría del jugador que le dedica el primer tanto a una mujer y la envidia anega los rostros del aficionado que está cansado de ver a su equipo del alma sufrir una derrota cada domingo.


Sí, un partido de fútbol es una novela con 22 personajes principales (los jugadores), un villano imbatible (el árbitro) y miles de personajes secundarios (los hinchas) que en momentos inesperados se convierten en los héroes de la historia. Como ese hincha impúdico de Europa que aprovecha los encuentros de balompié para saltar a la grama y perseguir a los jugadores como Dios lo trajo al mundo.


Y este hecho no ha pasado desapercibido para los maestros de la pluma.
La lista de escritores que han dedicado sus obras al deporte rey es tan grande como la de los astros que han hecho historia en cada estadio que pisan.


Juan Villoro, el escritor mexicano que estuvo hace poco en Colombia, recuerda algunos en su ensayo “Los once de la tribu”. Habla del Beckett que poca atención le prestaba a “los desastres de la tierra” para escrutar con sus ojos de pájaro la tabla de goleo. Camus también aparece en el texto. Lo que no queda claro es si lo hace con su uniforme de portero o envuelto, con el rostro ya descompuesto por el desasosiego, en una gabardina de invierno. Y Oscar Wilde irrumpe con la frase que usaba para rechazarlo: “El fútbol es un deporte muy apropiado para niñas rudas, pero no para jóvenes delicados”.


A lo largo de este ensayo y de muchas crónicas y de algunos cuentos, Villoro convierte la pasión del fútbol y el amor por la literatura en una sola cosa. Dos fuerzas que compiten en el corazón del hombre, anulándose y también complementándose. Para él, no es tan importante haber ganado el Premio Herralde de Novela como lo fue estar de cuerpo presente en el Mundial de Italia 90.
Y como este escritor mexicano, otros autores no han podido desligar de su vida intelectual, personal y creativa el fútbol y las palabras.


Puede ser que los argentinos lleven la delantera. En este país de escritores geniales e hinchas furibundos han nacido obras que amalgaman fútbol y literatura y seguramente pasaran a los anales de la historia como las más grandes.


Uno de los escritores vivos que más demuestra esta afición por el balón y por las letras es Fontanarrosa. Ha escrito cuentos, crónicas, ensayos y novelas con el fútbol y sus protagonistas como tema central. Su novela, “El área 18”, muestra al fútbol como una metáfora más afortunada de la guerra, en la cual los habitantes de un país llamado Congodia, juegan fútbol en lugar de librar infinitas carnicerías para dirimir las diferencias.


Osvaldo Soriano, Julio Cortázar y hasta Jorge Luis Borges, por mencionar a los más conocidos, igualmente gastaron tinta para hablar, aunque fuera un poco, del deporte mundial.


Y si salimos de Argentina para hablar de los latinoamericanos, o mejor, para hablar del resto del mundo, nos encontramos con nombres como el de Eduardo Galeano, Mempo Gardinelli, Julio Ramón Ribeyro, Daniel Samper, Roberto Arlt, Javier Marías, Peter Handke, Ryszard Kapucinski y muchos otros que escapan de esta pesquisa… Autores que en algún momento de sus vidas se han ocupado de transcribir al papel lo que sienten por el fútbol en lo más hondo de su corazón.


Y aunque está demostrado que hay más escritores locos por el fútbol que jugadores delirantes por la literatura, poco importa este hecho cuando se acerca el pitazo final. En ese momento, vale más un gol marcado en el último minuto que todas las páginas escritas de la historia.

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