Una reseña epistolar: razones para leer Seda

Posted: jueves, noviembre 08, 2012 by Godeloz in Etiquetas: ,
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En sus contadas páginas existe toda la aventura que cualquier ser humano desearía para almibarar su triste vida. El personaje principal tiene un nombre elegante que bien podría aplicarse a un poeta o a un asaltante de caminos, y de hecho, en un modo profundo, lo es. Joncour es un asaltante de caminos y los conoce todos o si no los conoce todos por lo menos conoce los imprescindibles. Llenos de peligros, amenazas y trampas mortales, son caminos que conducen al amor o al ideal del amor o a los sueños de amor que cada día llueven sobre cualquier persona, sólo que Hervé Joncour decide no escamparse, decide vivir a la intemperie de esa amenaza, de esa promesa, de esa utopía que aguarda en unos ojos cerrados al otro lado del mundo: esa es la verdadera épica: no hay aventuras con espadas que sean significativas o que borren la belleza que subyace por ejemplo en la huella que los pájaros pueden dejar sobre la nieve como si conocieran una rara caligrafía de palabras monosílabas y miradas hondas como los abismos del mar. La sangre que fluye en este libro no alcanza a nivelarse con el caudal de tristeza que lo inunda y esta simple decisión del escritor nos ayuda a entender justamente esas islas de melancolía que a veces descubrimos navegando a través de las horas o días o semanas en que redunda la ausencia como si de verdad imitara el impetuoso apetito de una serpiente que se muerde la cola. Además, en este libro, palpita viva la posibilidad del viaje y eso hace que sienta la satisfacción de estar regalando un tiquete de partida, nunca de vuelta, con el cual podrías deslizarte a través de un vórtice que conduce al asombro. En el asombro siempre podremos ser felices. Cuando lo leas no pienses en ti ni en tu historia ni en ninguna de las personas que te rodean: piensa mucho en que existirás en el mismo tiempo que existen esos personajes, una época no muy antigua, cuando la luz eléctrica era solo una hipótesis y cruzar el mundo era tan difícil como lo era llegar en la mitología de los griegos al reino de los muertos. Y piensa que, a pesar de ello, Hervé Joncour llegó hasta Siria, hasta Egipto, llegó hasta África, hasta la India, pasó por el mismísimo fin del mundo, por la estepa rusa y después hasta lagos que la gente llamaba el mar o el demonio. A pesar de cualquier imposible itinerario todos somos capaces de llegar a ese reino perdido, somos igualmente capaces de fugarnos de él, lo que le queda imposible a cada uno es evitar el irresistible impulso de mirar hacia atrás; la ventaja es que no en todas las historias voltear la mirada implica condenarnos a una eternidad de sal o a ver, impotentes, el amor que se aleja. En algunas historias voltear la mirada significa proclamar el dominio sobre el tiempo y esa es la ventaja que me gusta regalar con este libro: ver en el aire cosas que los demás no ven y saber qué cosa es la maravilla.

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