El bestiario del diluvio

Posted: martes, febrero 26, 2013 by Godeloz in Etiquetas: , , , , ,
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Esa niña que intenta descifrar el mensaje oculto en los latidos del corazón de sus mascotas -aves de corral, cerdos y perros- es la dueña de una voz nacida para contar historias. Porque son las palabras de la actriz Quvenzhané Wallis las que hacen funcionar a Bestias del sur salvaje (Beasts of the Southern Wild, 2012) como un relato oral que tiene el tinte de las cosmogonías tribales con las que se explica el origen del universo.  Desde su solitaria intimidad, la niña de seis años hace que su punto de vista sea la ruta de acceso al entorno particularmente salvaje de una comunidad anfibia que le debe su supervivencia, y también toda su alegría, al agua. “Hushpuppy” –el personaje de Wallis- tiene infinitas preguntas acerca de las cosas que no entiende. Pero, como suelen hacer los niños excepcionales cuando las respuestas de los adultos son vagas, ella elabora sus propias conclusiones: como en el relato de El Principito, su imaginación crea y al mismo tiempo interpreta su realidad personal.

Esta película, estrenada en el Festival de Cine de Sundance, en enero de 2012, es un cataclismo sorpresivo que surgió de la nada para que nadie en la industria -a veces carnívora- del cine pudiera ignorarla. Lo mismo que pasaría si la ciudad perdida de la Atlántida emergiera de su tumba de agua en medio de un balneario turístico. Primero, se alzó con algunos premios importantes: Mejor película en Sundance, Cámara de Oro en Cannes, Película del Año del American Film Institute, entre otros. Y, después, recibió cuatro nominaciones a los Premios Oscar más importantes: mejor película, director, actriz principal y guión. Por supuesto que los trofeos y las nominaciones se agradecen, permiten que una película que inició como realización marginal tenga una distribución más amplia, pero lo más importante es valorar el modo en que se ejecutó la producción. Una lección de creatividad, trabajo colectivo e imaginación.

El director Benh Zeitlin es un hombre de 31 años que, después de educarse en Nueva York, viajó a Europa para trabajar en el equipo de producción del realizador checo Jan Svankmajer. Sus primeros trabajos fueron animaciones -Egg (2005), The origin of electricity (2006)- en las que se nota el aprendizaje adquirido junto a un equipo de talentosos expatriados provenientes de diversos lugares de Europa. Pero Zeitlin no quería hacer películas como un forastero en el viejo continente, quería filmar historias americanas. Así lo declaró a la revista Film Comment en la edición de mayo de 2012. Por eso regresó a su Louisiana natal, donde los estragos del huracán Katrina todavía eran visibles sobre los mares, la tierra y las personas.

Empezó a trabajar en la idea de un primer cortometraje en el que una comunidad ficticia llamada La Bañera (The Bathtub) -pariente de otros pueblos fabulosos como el Yoknapatawpha de Faulkner o el Comala de Rulfo- vive en los límites de una realidad azotada por diluvios y un limbo subacuático en el que los seres queridos flotan a la deriva con los ojos abiertos. El cortometraje de 25 minutos, Glory at Sea (2008), cosechó premios en los festivales de South by Southwest, Boston, Woodstock, entre otros. El director y el equipo de producción viajaban por tierra recorriendo el circuito americano de festivales alternativos cuando un conductor ebrio chocó el vehículo en el que se transportaban. Zeitlin sufrió graves heridas: cadera y pelvis fracturados, meses de recuperación: tiempo para pensar en su primer largometraje.

Tenía interés por el trabajo de su amiga Lucy Alibar, dramaturga de Florida que había escrito una obra de teatro -Juicy and Delicious- en la que narraba cómo el cáncer de su padre significó para ella el fin del mundo. Al mismo tiempo, Zeitlin quería continuar indagando sobre esas personas que a pesar del huracán se resistían a abandonar sus hogares, aun cuando estos estuvieran hace tiempo bajo el agua. Juntos desarrollaron el guión de Bestias del sur salvaje, ampliación de la fábula que Zeitlin había empezado a contar -también con la voz de un niño- en su primer cortometraje.

La Bañera es un pueblo de individuos marginales y anfibios. Derivan su sustento de todo aquello que las aguas arrastran hasta sus jardines. Hushpuppy vive entre ellos, con sus animales y un padre duro que manifiesta amor enseñándole a su niña -curiosa mezcla de Alicia, Huckleberry Finn y Mowgli, el chico lobo de El libro de la selva- el arte de la supervivencia. En ese pueblo, apartado de las tierras secas por un extenso dique tras el que prospera el mundo industrial en el que nosotros nos asentamos, hay vacaciones todos los días del año y los pequeños van a una escuela donde la maestra les enseña la prehistoria que lleva tatuada en sus piernas. En esas figuras rupestres, Hushpuppy conoce a los Aurochs, bestias antediluvianas que surgen del hielo cuando la tormenta universal que se desata en la zona inunda a esta comunidad y le revela a la niña la amenaza de la soledad, el desarraigo y la muerte.

La naturaleza, con sus inexplicables mitologías, es la que incita a Hushpuppy a resolver por cuenta propia sus preguntas, la conduce a una búsqueda que parece dirigida por las corrientes que la circundan y la transforma en una chiquilla bestial. Esta declaración del director ayuda a descifrar el espíritu de la historia: “En Nueva Orleans, el agua es como un dios, un dios griego que controla todo aquí abajo, y tu vida está en el balance de los cursos de agua”[1].

En parte, esa idea es también la justificación de Zeitlin para rodar del modo en que lo hizo. Los actores son habitantes de la zona que nutrieron sus personajes con vivencias reales. La mayoría sufrió el desastre del Katrina. Quvenzhané Wallis, originaria de Houma, Louisiana, presentó su audición cuando tenía cinco años y ejerció un encanto instantáneo entre los realizadores. Igualmente ocurrió con Dwight Henry, quien hace el papel de Wink, su padre. Era dueño de una panadería en Nueva Orleans cuando los miembros de la producción conocieron su carácter tosco. Lo invitaron a una audición y no hubo dudas cuando vieron que en las primeras lecturas del guión con la niña Wallis provocaba en ella una reacción repelente, el tipo de tensión que buscaban para la relación entre los dos personajes.

Al reclutar personas de la zona y no actores profesionales, Zeitlin hizo que su película adquiriera una atmósfera realista que contrasta con los detalles fantásticos del guión, moderados pero poderosos. El director operó con estos principios en cada detalle de la producción. Para construir las chozas en las que viven Hushpuppy con Wink, le encargó el diseño a su hermana Eliza Zeitlin, imponiendo la condición de usar solamente todo lo que pudiera encontrarse en el bosque, los ríos y las playas de la zona. Incluso vivieron en esta escenografía durante algunos días para comprobar que los espacios creados fueran habitables. El resultado de toda esta acrobacia es una historia intensa emocionalmente, sincera y de una originalidad escasa por estos días. Cuando los científicos del futuro encuentren y restauren los restos de esta película, ojalá crean que así era todo el cine de nuestra remota época.

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[1] Scott Foundas,  Louisiana Story, Film Comment, Nueva York, Vol. 48, No. 3, Mayo-Junio 2012, pp. 24- 27.

1 comentarios:

  1. yo espero lo contrario, que los científicos no piensen que así era todo el cine en nuestra época. Que no crean que nos caían bien los neohippies y los dogmatismos rancios de los ecologismos burgueses. Sí, muy bonita la niña, muy poéticas sus palabras, lástima que en ese mundo de miseria y exclusión donde ella surfeaba como una principita psicotrópical no hubiera espacio para el pesimismo, para la oscuridad reparadora