Los héroes trágicos

Posted: jueves, diciembre 13, 2012 by Godeloz in Etiquetas: , , , , , , , , , ,
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El amor, el poder y la muerte conspiran en el destino de los héroes y no para mostrarlos como hombres victoriosos. La crónica de sus vidas configura una saga admirable con múltiples capítulos dispersos en la historia del cine. Por cada miembro de esta selección hay cien más que  merecen ser mencionados. 

1. Charles Foster Kane, el oro del mundo no compra el tiempo perdido 

El magnate aplastado por el peso del tiempo. Charles Foster Kane es un hombre que lo tuvo todo aunque la figura que por partes se va configurando a lo largo de Ciudadano Kane (1941) da un resultado que dice todo lo contrario: fue un hombre que no pudo conservar nada. Ni el amor, ni los pocos buenos amigos, ni las memorias de su paraíso perdido: la remota infancia. Los fragmentos de esta vida contada con maestría por un debutante Orson Welles funcionan como una metáfora de la existencia rota que llevan los personajes que acumulan poder ilimitado. Mientras más grandes son sus moradas y más artilugios acumulan en sus elegantes salones, más ruinas quedarán para el futuro. 



2. Rick Blane, un dandi del desierto con el corazón roto

¿Hay algún personaje interpretado por Humprey Bogart que no sea trágico? Todos sus personajes nacieron para perder, para morir, para estar solos. El modo de asumir cada desgracia es su principal encanto. En Casablanca (1942), es el sofisticado regente de un bar al que todo el mundo acude para ahogar sus penas. Hasta que la repentina aparición de la hermosa Ilsa Blund (Ingrid Bergman) revive los dolores que él ya había ahogado. El amor muerto se despierta para cavar más profundo en las heridas pues ambos deberán elegir un propósito mayor que sus deseos. El gesto final de Rick Blane es renunciar por segunda vez a la chica de sus sueños. Por supuesto que sufre, pero la cara de palo de Bogart tiene pocas variaciones, el rictus de sus labios y la impavidez de sus ojos son murallas insalvables. Será por eso que Casablanca tuvo y tendrá tanto éxito, pues a lo largo de los años empuja a sus espectadores a adoptar como suyo ese corazón hecho añicos.


3. Michael Corleone, la corrupción de un ángel

Entre todas las películas de gángsters no hay destino más aciago que el de Michael Corleone (Al Pacino). Lo admiramos en la primera entrega de El Padrino (1972) cuando se levantó como el jefe de la mafia italiana a costa de enormes renuncias; lo empezamos a detestar en la secuela de 1974 cuando ordenó la muerte de su propio hermano y en el epílogo de la saga (1990) le entregamos toda nuestra compasión cuando lo vimos reducido a escombros por la sangre derramada de su hija. Como el emperador de una familia criminal, cada victoria lograda significaba una lista interminable de enemigos: un modo elegante de estar acorralado. Ver las tres películas en una sola jornada es un interesante ejercicio para comprender a fondo la metamorfosis de este personaje: 537 minutos para ver cómo un ángel se convierte en el verdugo oscuro de su propio destino.


4. Travis Bickle, delirios en la gran ciudad 

El ex-combatiente que ya no encuentra su lugar en el mundo. Así es Travis Bickle, como cualquier soldado que hubiera participado en una guerra tan brutal como la de Vietnam: los horrores que pasaron por sus ojos en la selva se siguen proyectando en el filtro con el que observan la sociedad en la que intentan instalarse. En esta película de Martin Scorsese, la locura es un refugio ineludible y la violencia surge como una reacción alérgica, un sarpullido incontrolable que domina las acciones de un personaje interpretado con esmero por el Robert Deniro más desorbitado de toda su carrera. El clímax de violencia que estalla en Taxi Driver (1976) tiene un tinte orgásmico que desestabiliza, pues el placer y el dolor tienen el mismo rostro. 


5. Roy Batty, el androide que quiso soñar

Blade Runner (1982) es una película con un villano desdibujado. Al replicante Roy Batty lo persiguen porque quiere añadirle unos días más a su corta vida. La verdad es que no tiene propósitos malvados y por su condición artificial está exento de las normas morales que le impiden a las personas matar a sus semejantes. El personaje es imponente y magnético, quizá tenga más fuerza que el verdadero héroe del filme, Rick Deckard (Harrison Ford), contratado para acabar con los prófugos que sueñan con tener una existencia distinta a la servidumbre para la que fueron creados. Ridley Scott le dio a su antagonista una angustia y una sensibilidad de las que carecen las personas reales de la película, así los rasgos de su humanidad se vuelven difusos y el final deja sobre toda la obra una sombra de incertidumbre que obliga a querer verla de nuevo y querer memorizar ese monólogo final del replicante, cuando se muestra más humano que su cazador: las maravillas que ha visto se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, igual que nos pasa a todos cuando es hora de morir.


6. William Munny, la penitencia del forajido

El viejo pistolero que desempolva sus pistolas para quemar los últimos cartuchos. William Munny es un forajido del lejano oeste que por amor le da la espalda a su travesía bandolera. Pero la vida se comporta con él como una estampida de enfermedad, polvo y miseria. Esta es la imagen con la que aparece Clint Eastwood en Los Imperdonables (1992): un hombre de contextura ruinosa obligado a recorrer los pasos de una juventud voraz y desalmada, cuando era el hombre más temido, el más rápido. Pero el ardor de la juventud es reemplazado por un hastío permanente que no tiene alivio. Munny es igual a muchos personajes que componen la mitología del western pero en manos de Clint Eastwood -como director y actor- se convierte en la síntesis de un universo salvaje donde la muerte es una recompensa que pocos merecen.
 

7. David Mills, una excursión en el abismo

El detective atropellado por el horror y la barbarie. David Mills (Brad Pitt) investiga horrendos crímenes que no alcanza a comprender. Sin pedirlo es conducido por los círculos del infierno: gula, avaricia, pereza, lujuria y soberbia son las estaciones de una búsqueda que le quitará todo cuanto tiene por perder. El primer largometraje de David Fincher está construido como un acertijo para impulsivos: hay ansiedad por reunir todas las piezas aunque una palpitación oculta anuncie que no es una buena idea. A esto apuntan las intuiciones del compañero de Mills, el detective Somerset (Morgan Freeman), quien opera como el Virgilio de la desolada Nueva York, que en Seven (1995) está pintada con los colores de una metrópoli fantasma. Seven nos dejó pasmados a todos: cuando Mills se encuentra de frente con el rostro del diablo uno casi puede reconocer el propio reflejo en sus ojos vacíos y llenos de lágrimas.


8. James Cole,  testigo de su propia muerte

El hombre que viene del futuro para evitar lo inevitable. A James Cole lo consideran un demente peligroso y la confusión con la que arriba al umbral de los años 90 no le ayuda a cumplir la misión para la que fue enviado desde el futuro. El mundo está arrasado por un virus indestructible y el reducto que queda de la sociedad vive bajo tierra. Él es un convicto que alguna vez fue niño y para ganarse una indulgencia se somete a la tortura de volver a su propio pasado. Esa imagen recurrente que no deja de soñar corresponde al encuentro consigo mismo: desde que era niño ya sabía que el futuro no tenía remedio. Doce monos (1995) es la adaptación del cortometraje La Jetée (1962) de Chris Marker, que ocupó este año el puesto 50 entre las mejores películas del cine. Considero que al menos por reflejo, esta obra de Terry Gilliam merece compartir el escaño.


9. Ghost Dog, el silencio de un hombre 

El asesino de la mafia que usa el código samurái para conducir su vida solitaria. Este hombre afroamericano de Nueva York eligió un camino transitado por guerreros de la antigüedad y ejerce su vasallaje devastador con la misma serenidad que se le atribuye a sus modelos orientales: fiel, estoico, recto y desapegado de la vida. Para 1999, cuando se estrenó la película, el director Jim Jarmush ya había acostumbrado a sus seguidores a estos personajes encarrilados en rutas que no tienen retorno y en las que tampoco hay salvación -Dead Man (1995), Down By Law (1986)-; y con la historia protagonizada por Forrest Whitaker revela además sus sagradas influencias, hace una reverencia al director francés Jean Pierre Mellville y a su película El Samurái (1967). Ambas obras comparten el mismo código: el silencio tiene más poder de expresión que las palabras, especialmente si su filo proviene de la aceptación de la muerte.  


10. Nikolai Luzhin, un sacrificio de sangre

El infiltrado que renuncia al amor para volverse rey del hampa. Nikolai (Viggo Mortensen) tiene el porte de los hombres que guardan más secretos que los que pueden soportar. Debe ser un tipo duro para mantener su mascarada. Los zares de la mafia rusa no sospechan que es un agente infiltrado aunque la dulce Anna (Naomi Watts) sí lo reconoce como el ángel guardián que la salva del bajo mundo de mujeres esclavizadas en el que se involucra. Elegante, frío y letal. En sus ademanes meticulosos y su voz de palabras cortas se revela el dolor de los hombres justos cuyo deber es vencer la monstruosidad desde sus entrañas. Típico personaje de Cronenberg. Promesas del Este (2007) confirma que una de las cosas que se le adeudan a este veterano director es el descubrimiento de un actor. Mortensen tenía fama pero las películas al lado de Cronenberg le dieron prestigio. Promesas del Este es la consagración del actor a través del sacrificio de un personaje. En el silencio final de Nikolai hay un incendio insoportable.

4 comentarios:

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