La ciudad en el diván

Posted: martes, marzo 27, 2012 by Godeloz in Etiquetas: , , ,
3


Capítulo primero
Una extensa fila se extiende a lo largo de Broadway. Los aspirantes a figurar en la próxima película de Woody Allen llevan su currículo bajo el brazo. El nerviosismo se condensa en el aire, es asfixiante al punto que cualquiera diría que Godzilla ha invadido –otra vez- a Nueva York. La competencia es por el papel principal de la película y los aspirantes, en su mayoría, gozan de fama sin límites. Venecia cree que sus calles inundadas no constituirán ningún problema por si el director quiere grabar en exteriores uno de sus acostumbrados paseos; San Francisco sabe que California no es el estado preferido de Woody Allen pero por lo menos puede tener veranos tan fríos como los inviernos de Nueva York; Londres baja de una limosina pero pierde su porte aristocrático cuando intenta colarse en la fila; Barcelona se le interpone y le golpea la cara con la gruesa trayectoria de una arquitectura fotogénica y un jugoso cheque al portador; algunas ciudades latinoamericanas llegaron en manada con la esperanza de figurar tan siquiera como una alegoría; Roma piensa esgrimir el argumento de ser una metáfora viviente de los complejos inventados por Freud; París luce muy convencida reflejando un aire romántico a cuyo alrededor ya revolotean las moscas, y Los Ángeles ha pagado un soborno pero es muy difícil que su bonita basura convenza al director.
 
Capítulo segundo
La fila de aspirantes se ha hecho más extensa. Ya se han presentado choques entre algunos y romances turbios entre otros. No tardan en aparecer rencillas y la brillante tarde de domingo se ha tornado radicalmente en un tifón. Todos quieren aparecer en la película pero el papel sólo puede ser de uno y la euforia ha convertido a la multitud en una brigada de linchamiento del Ku Klux Clan. Mientras tanto, suena Wagner de fondo y Woody Allen despierta sudoroso, agitado, no ve la hora de llamar a su analista y se repone del terrible sueño, abriendo las cortinas para contemplar a su adorada Nueva York.

A la escena poco le falta para ser real. Entre las tensiones típicas de cualquier rodaje está la de escoger protagonistas y, en el cine de Woody Allen, el papel protagónico es entregado primero a una ciudad. Casi siempre es Nueva York la escogida por las obvias razones de ser la amante incondicional del director, pero, de vez en cuando, para darse un respiro quizá, Allen decide variar un tanto su escenario. Aunque el último experimento no le salió tan bien y, perseguido por una crítica que acusó a su ojo de haber volado sobre Barcelona capturando apenas su esencia de postal, volvió a las calles de Manhattan con una historia que retoma su hilarante mirada sobre el amor y lo difícil que le resulta a éste mantenerse incólume en la ciudad.

A lo largo de su carrera, Allen ha entregado distintas versiones de Nueva York. En Días de Radio (1987) la mostró mítica a pesar de la gran depresión y, la dejó aparecer monótona en el futuro que imaginó con El dormilón (1973). La concibió como una babilonia moderna en Celebrity (1998), y constantemente como una Grecia de pequeñas tragedias actualizadas en Manhattan (1979), Hannah y sus hermanas (1986) Poderosa Afrodita (1995) o Annie Hall (1977). También la ha preferido para homenajear a sus ídolos, entregando una cómica versión de Hitchcock en Misterioso asesinato en Manhattan (1993)  y una tétrica pero cándida mirada del mundo del espectáculo en Broadway Danny Rose (1984). Cada película de Allen ubicada en Nueva York es también una película sobre Nueva York. La ciudad presta sus locaciones y a cambio Allen escucha su voz. No la interpreta y tampoco la deconstruye, solamente la observa y regocija sus caras invisibles: descubre edenes particulares entre callejones maltrechos, defiende los contrastes de la arquitectura, saborea los encuentros planeados furtivamente a la medianoche, comprende lo necesario que es en la vida lo irracional, no se cansa de visitar los lugares símbolo como el restaurante Elaine’s, cuna de escritores; el antiguo emplazamiento judío del Lower East Side; o el Cotton Club que, conociendo el amor de Allen por la música, no necesita descripción. La ciudad de Allen es una en la que hay hoteles para el libre albedrío de los amantes en los que, de hecho,  puedes encontrar involuntariamente a uno en la salida del ascensor, y en la que los cambios súbitos del clima deben celebrarse porque en ningún lugar del mundo podrías huir de los rayos asesinos de una tormenta eléctrica dando un paseo por el sistema solar.

La ciudad de Allen es al tiempo varias ciudades. Y en su máxima declaración de amor por Nueva York -Manhattan (1979)- intenta desde el principio entregar justamente todas las ciudades que ha visto en ella. Cada intento no corresponde a un método de ensayo y error sino a uno más holístico que sin imágenes y celuloide es difícil de explicar. “Él adoraba Nueva York, la adoraba fuera de toda proporción. No, mejor, la romantizaba fuera de toda proporción. Para él, sin importar la estación, era una ciudad que existía todavía en blanco y negro, y que latía al son de las melodías de George Gershwin.”, es lo primero que escuchamos de un todavía oculto Isaac Davis que a continuación intenta describir una y otra vez su definición personal de Nueva York: ajetreo de multitudes, mujeres bellas, hombres experimentados, decadencia de la cultura contemporánea, falta de integridad individual, dificultad de existir en una sociedad insensibilizada... y, etcétera… Isaac mejor decide abandonar su sermón y dejar a un lado el enojo para decir muy conciso que era rudo y romántico como la ciudad que amaba, mientras las imágenes sin tiempo de calles, mercados y autopistas hacen que en el espectador nazca una especie de amor a primera vista. Y estar lejos de la gran manzana es un hecho que empieza a ser abominable, porque sin sus calles multitudinarias y bohemias, sin el tráfico pesado o la alargada sombra de los rascacielos delimitando rutas inesperadas, sin las estaciones que dejan brotar entre la bruma la silueta de los edificios, sin la ebullición nocturna de los cafés y los bares, sin las mil luces titilantes que corresponden a más de mil corazones rotos, sin los cines subterráneos que programan ciclos de Bergman, Fellini o los hermanos Marx, sin los bailarines de tap cojos o el Guggenheim, la libertad carece de significado porque no hay una ciudad más viva, por lo menos no en el cine.

Hacia Nueva York se dirigen todas las miradas. La de escritores, artistas, diseñadores, empresarios, líderes mundiales… también, por desgracia, la de temidos terroristas. Es un resumen del mundo. Un aleph de grandes proporciones. Paris o Londres podrían igualar su esplendor pero algo les falta, son ciudades cosmopolitas y un neoyorkino puede sentirse provinciano paseando en los Campos Elíseos o sacándose una foto frente al palacio de Buckingham pero siguen siendo ciudades muy locales, universales, sí, pero introspectivas. Nueva York en cambio es universal por su infinita aglomeración de localismos. Decir que allí vive por lo menos una persona de cada país del mundo no es exagerado y tal diversidad ya es un gran insumo para la construcción de cualquier obra. En una ciudad que se expande y se contrae, que palpita y en la que cada latido es impredecible, hasta la monotonía de una  vida es una voraz lucha por la supervivencia. Este conflicto es un diamante en bruto para los cineastas. Wilder, Polanski, Stone, Lumet y otros grandes la han convertido en musa de primera categoría pero ninguno tan reiterativo como Woody Allen.

Él tiene esa abertura diferente que le describe a Diane Keaton en Manhattan. Esa fisura por donde entra todo lo que en verdad es valioso, “porque nada que valga la pena puede ser entendido con la mente”. Allen podría ser el narrador invisible del gran reportaje que Gay Talese le dedicó a la ciudad. En inglés, su título es New York, a serendipeter’s journey. La traducción al español es menos compleja: Nueva York, una ciudad de hallazgos casuales. Sería mejor encontrar un equivalente al término Serendipeter´s, que podría traducirse como aquella persona que tiene la facultad para encontrar siempre lo inesperado, lo que es a todas luces improbable, lo que es accidental pero afortunado. “Nueva York es una ciudad de hallazgos casuales.” Dice Talese en su libro, “Es una ciudad de gatos que dormitan debajo de los autos aparcados, de dos armadillos de piedra que trepan la Catedral de San Patricio y de millares de hormigas que reptan por la azotea del Empire State”. ¿Y quién llevó  a las hormigas hasta los dominios de King Kong? Hay cosas que es mejor no preguntar, pero si se pudiera entablar con la ciudad una relación como la que se entabla con el psicoanalista… ¡qué sinfín de historias contaría! ¡Qué complejos traumas exhibiría!

En algún punto de su carrera Allen debió hacerse la misma pregunta y, sin más, sentó a la ciudad en el diván para escucharle un monólogo interior semejante al que se repiten, por ejemplo, los personajes de Hannah y sus hermanas, otra abierta declaración de amor en la que Allen de nuevo se toma el tiempo de observar el paisaje urbano inseparable de las emociones humanas. Hasta incluye en el reparto a un arquitecto para contagiar su asombro por una desbordada arquitectura que acepta lo Art Decó junto a lo republicano, y lo minimalista junto a lo barroco. Una arquitectura protegida por gárgolas de piedra y grúas que giran día y noche sobre sus ejes. Muestra primero una ciudad enorme para luego dejar ver a sus personajes empequeñecidos de ansiedad, de frustración, de miedo, de lujuria, de hipocondría…  Así, el monólogo de la ciudad no surge de su costosa infraestructura sino de pasajeros que algún día se esfuman. “No te pasará nada. Estás en medio de Nueva York, esta es tu ciudad. Estás rodeado de gente y tráfico y restaurantes. ¿Cómo es que un día desapareces?”. La pregunta la hace Mickey Sachs o, lo que es lo mismo, Woody Allen, antes de emprender una búsqueda espiritual que cree necesaria porque está tambaleándose en la orilla de un abismo. Es irracional que algún día dejemos de existir o que la ciudad siga existiendo sin nosotros en ella. Es curioso, bello y gratificante que la respuesta al predicamento la encuentre precisamente en el cine. Caminando para tomar aire, Mickey encuentra un teatro furtivo y entra sin fijarse en la película. La proyección es un disparate de los hermanos Marx que adoraba cuando era un chico. Y la conclusión resulta siendo la más natural cuando al principio todo parecía tan violento e irreal: “¿Qué pasa si no hay Dios y sólo puedes vivir una vez? ¿No quieres ser parte de la experiencia?”
 
Para Woody Allen no ha sido tan fácil trasladar esta experiencia y no reemplaza a Nueva York con la misma facilidad que cambia de superestrellas a la hora de conformar un reparto para sus películas. Intentó de un modo muy vacacional con París y Venecia en Todos dicen te amo (1996), algún escenario Romano dejó sugerido en Poderosa Afrodita (1995), en Bananas (1971) viajó al epítome de la ciudad latinoamericana, y ha explorado California pero sólo ridiculizando la superficialidad de Los Angeles y denunciando la estulticia creciente de Hollywood. Sin embargo, es Londres la ciudad donde hizo hallazgos similares a los que encontró en Nueva York. Match Point (2005), Scoop (2006)  y Cassandra’s Dream (2007) componen una variopinta trilogía londinense muy a la altura del Woody Allen de siempre y, en especial, del Woody dramático, el que es hábil extrayendo con seriedad, pero con bastantes toques de ironía y sarcasmo, tragedias que confirman el peligro de la uniformidad. La carrera por el éxito obliga a Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers) en Match Point, y a los hermanos Ian (Ewan McGregor) y Terry (Colin Farrel) en Cassandra’s Dream a cometer actos atroces. Y, como un Jack The Ripper moderno, lo mismo hace el millonario Peter Lyman (Hugh Jackman) en Scoop pero en este caso para evitar el aburrimiento que trae el éxito. Dos tragedias y una comedia que tienen como telón de fondo canchas de tenis, muelles grises, galantes óperas, casas de campo en las afueras, calles elegantes y lúgubres perfectas para una persecución, el famoso Puente de Londres y las míticas inmediaciones de Brighton, el Covent Garden o Chelsea. Escenarios que se encuentran a kilómetros de la verdadera cuna del director pero que mantienen la identidad urbana que lo caracteriza y que comparte con los personajes de sus historias, sea que hagan reír o llorar, o las dos cosas a la vez. 

Porque las dudas, las convicciones, los personajes y las historias saltan de una película a otra, y también entre ciudades. ¿Acaso no es la misma Nola la que vemos en Celebrity buscando amantes a la salida del metro y la que años más tarde aparece con aspiraciones actorales en la Londres de Match Point? La primera es Winona Ryder y la segunda Scarlett Johannson pero en el fondo son las mismas. Y el escenario no ha variado tanto porque la ciudad es polimórficamente perversa. Una facultad que Allen endilga a algunas de sus mujeres, a Annie Hall junto al puente de Brooklyn y a la modelo interpretada por Charlize Theron en Celebrity. En la Penélope Cruz de Vicky Cristina Barcelona (2008) también vemos que exuda ese erotismo. Las tres –las cuatro si se incluye la ciudad de turno- son receptores gigantescos que ante cualquier estímulo dejan escapar orgasmos, gritos o susurros que piden auxilio desde el cielo (¡Help!) en nombre de quienes fueron depredados y no tuvieron la suficiente rudeza para aguantar la esfera irracional y salvaje –tanto que incluso tu madre amenaza con ser omnipresente proyectándose en el cielo- de la ciudad: el gesto deprimente de Kenneth Branagh al final de Celebrity y la derrota de Jonathan Rhys Meyers en el epílogo de Match Point (2005) son alaridos gemelos.

3 comentarios:

  1. Anónimo says:

    Fantastіc goods fгοm yоu, mаn.

    I haѵe undeгѕtand уour stuff ρrevіouѕ tο
    and yоu're just extremely wonderful. I really like what you have acquired here, really like what you are stating and the way in which you say it. You make it entertaining and you still take care of to keep it sensible. I can't ωait to
    reаd far more from you. Τhis is really а terrifіc sіte.



    Here is my blоg :: http://lapkowo.pl

  1. Anónimo says:

    It's enormous that you are getting ideas from this post as well as from our discussion made at this place.

    Feel free to visit my webpage - dj wesele wroclaw

  1. Anónimo says:

    Its like you lеarn my thoughts! You seem to grаѕp a lot about this,
    lіke you wrotе the guide in it or sоmething.
    I think that you can do with somе perсent to ρresѕure the mеѕsage home a little bit, hοweνer insteаd of that,
    thаt іs wοnderful blog. An excellent read.
    I'll definitely be back.

    My web site - Loverespectloyalty.Com