La caza de un momento estelar

Posted: viernes, diciembre 10, 2010 by Godeloz in Etiquetas: ,
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El plano más triste de la historia del cine, según supimos de Godard, es el final de Un verano con Mónika. La mirada fija de esta muchacha cayó sobre los espectadores de aquella época convirtiéndolos en parte de la historia. Los ojos de la joven Harriett Anderson –dirigidos por Bergman- hicieron parte de las semillas que ayudaron a florecer este movimiento cinematográfico que seguirá vigente por los siglos de los siglos, lo cual no dejará de ser un motivo para brindar con una copa que haga perdurar el ardor que estos directores contagian con su obra. 

Lo que dijo Godard no hay forma de refutarlo. Los segundos que dura esa mirada son suficientes para echar abajo cualquier hegemonía. Un momento estelar de la historia del cine que vemos repetido en el último plano de Sin aliento cuando Jean Seberg, haciendo el papel de Patricia Franchini, mira directamente a la cámara después de escuchar las palabras del moribundo Michel Poiccard acusándola de ser asquerosa. Mira a la cámara y enriquece el diálogo que empezó Monika porque además de mirarme directamente a mí se toca los labios varias veces, se acaricia los labios, hace pensar que ni en un millón de años será asquerosa. Es un plano triste también pero uno quiere verlo como otra cosa, considerarlo un mensaje cifrado, hacer un gesto recíproco, devolverle la mirada y que por alguna magia universal Jean Seberg se la lleve como recuerdo. 

Cazar momentos estelares en un Festival de Cine es un asunto fácil. Las peripecias del alter ego de François Truffaut son una estampa indeleble, una invitación a una demencia con la cual uno baila, a solas, frente a un espejo, imitando el experimento de Doinel cuando repite una y mil veces los nombres de sus pasiones y miedos. Me gustaría decir Jean Seberg, Jean Seberg, Jean Seberg hasta que la enunciación de esas dos palabras pierdan sentido; reiterar en un murmuro Pauline, Pauline, Pauline, Pauline, hasta que la proyección de esa niña se convierta en un fantasma permanente rondando en nuestro cuarto; repetir Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, Antoine Doinel, hasta que sea necesario lavarse la locura de la cara, redundar en el propio nombre como un mantra que cambia el horror por la alegría. 

Porque es imposible no atesorar el sentimiento gozoso que burbujea ante las películas de Romer, Godard, Rouch, Truffaut, Malle, Resnais. Es imposible no compartirlos. En el viaje al Festival sobre la Nouvelle Vague estos son los trofeos que me traigo:

El Festival Independiente de Cine Maldito que existió alguna vez y descubrí gracias a todas las cosas que sabe Eduardo Russo.

Esta Frase de André Bazin: “El cine es un velo de Verónica sobre el rostro del sufrimiento humano.”

Aceptar el hecho de que los ladrones roban, los asesinos asesinan y los amantes aman (Sin aliento).

Esta frase en la opera prima de Godard: En la encrucijada de los besos el tiempo pasa demasiado rápido.
Las chicas que se acuestan con todos menos con el único que las ama.

La pregunta por la felicidad en Crónica de un Verano y la respuesta de dos chicas que dicen “sí, porque somos jóvenes y hay sol”.

El hombre que responde “no porque soy viejo”.

La rodilla de Pauline y la boca de Pauline y los ojos de Pauline y todo lo que Pauline tenga contenido en su universo.

Dos grupos de palabras para regalar a cualquier mujer de la nueva ola: bella, brillante y bestial. Alegre, voluble y chiflada.

Pensar en que Méliès fue el primer curador de la cinemateca francesa cuando tenía más de ochenta y pico.

La distinción que se les ve a los dos prestidigitadores que hasta el momento han aparecido en pantalla, el de Besos robados, del director François Truffaut y el del cortometraje El truco de la directora Catalina Arroyave.

Esta frase de cocteau: “Hacer cine es filmar a la muerte trabajando”.

Y la convicción férrea de Godard que consideraba que escribir sobre cine y hacer cine son lo mismo.

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