Ese talentoso señor

Posted: sábado, enero 23, 2010 by Godeloz in Etiquetas: , ,
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Tom Ripley tiene un nombre insulso. Muy americano, muy revelador. Un nombre que habla por ejemplo de la falta de recursividad de sus padres a la hora de bautizarlo o advierte sobre lo fácil que sería ponerle a un niño fulano de tal. Me pregunto si la complejidad de su carácter la habrá esculpido para tomar venganza o demostrar que su nombre no es para nada insubstancial. ¿Qué palabra permitiría describir de un solo golpe a este personaje creado por Patricia Highsmith? Usurpador no, aunque lo sea. Oportunista, estafador, sínico… tampoco, tiene glamur en exceso. Rufián, perverso, malévolo… sí, de todas estas cosas está construido el personaje pero no alcanzan para clasificar sus actos, sus ademanes ni sus motivaciones… En definitiva y por el momento sólo una palabra se me viene a la cabeza para describir de un solo golpe a Tom Ripley, y no a cualquier Tom Ripley, me refiero a ese Tom Ripley que se parece a John Malkovich y que actúa como John Malkovich y que habla como John Malkovich; me refiero al Tom Ripley de El amigo americano (2002).

Esa palabra en un sentido poético es igual de insulsa que su nombre, pero la poesía en el cine no está en las palabras y en cambio sí está en las imágenes, en las escenas, en la manipulación de las emociones; por eso el hecho de que esa palabra que describe a la perfección al Tom Ripley de El amigo americano sea “Práctico” no le quita complejidad ni belleza ni musicalidad a este monstruo de personaje. Y no digo monstruo en el sentido prejuicioso del término, no digo monstruo por decir malo ni por denigrar o reprobar lo que hace Tom Ripley, no, lo que hace Tom Ripley no está mal ni bien ni está más o menos, digo monstruo en el mismo sentido que diría titánico o antediluviano o abominable hombre de las nieves, o mítico, porque lo que hace Tom Ripley está práctico, es muy práctico: se divierte, gana dinero, aprende cosas, toma venganza, enseña una (siniestra) lección, repele la culpa, mata a “los malos”, arrastra a “los buenos” a un lugar parecido al infierno, escucha música, aprecia el arte, hace regalos típicos de un emperador romano, se aparea, patea algunos traseros, estrangula a tres personas en un tren, sabe que no tiene conciencia y a pesar de ello, por momentos, actúa como si la tuviera, es decir, invierte todos sus recursos en ser sencillamente un hombre práctico, un hombre práctico con buena dicción.

Esta escena no resume la película ni la historia ni lo que quería decir Patricia Highsmith con sus novelas. Esta escena solamente es memorable y es práctica. Porque si el resto de la película se olvida o si pasados algunos años uno ya no está en la capacidad de ofrecer una sinopsis de El amigo americano ni de relatar el desenlace, o si pasados algunos años uno ya no recuerda el nombre de esa directora desconocida que rodó esta película, pues es simplemente práctico recordar esta escena. No porque sea la más intensa o la mejor escena filmada de todos los tiempos en toda la historia del cine sino porque es una escena curiosa, cómica, negra –como en el cine negro-, intensa y también muy reveladora sobre el carácter o la personalidad o el espíritu o el alma o el corazón o la conciencia o lo que sea que hace a Tom Ripley un ser humano. La escena transcurre en un tren. Viaja de Berlín a Düsseldorf –la misma ciudad del vampiro de Fritz Lang-. Todo ocurrirá en un baño diminuto como los baños de los aviones o los baños de los trenes -es que es un baño de un tren-. Ripley entrará en escena pero durante un tiempo esto no se sabe. Se sabe que el personaje principal debe asesinar a alguien, más específicamente estrangular y más específicamente estrangular al jefe de la mafia ucraniana. Hay que aclarar que el protagonista –no Ripley, él no es protagonista, el está por encima del bien y del mal y de los protagonistas- es un don nadie desahuciado, es un asesino por accidente y no sabe nada del tema y debe, sin saber nada del tema, estrangular al jefe de la mafia ucraniana. Se dispone a hacerlo. El jefe de la mafia ucraniana es un incontinente o está enfermo de la próstata. Eso explica por qué la escena tiene que ser en el baño. El asesino por accidente lo espera (en el baño), cuando llega se imagina que el jefe de la mafia ucraniana ya se encuentra meándose en el baño y cuando entra… ¡VOILÁ! Tom Ripley aparece en escena, lo va a salvar, le va a ayudar, le enseñará cómo es que uno, sin saber nada del tema, puede estrangular al jefe de la mafia ucraniana en el baño de un tren que se dirige de Berlín a Düsseldorf –la ciudad del vampiro de Fritz Lang-. Y por eso es que esta escena no resume la película pero sí sirve para recordarla y para registrarla en algún lugar de la historia donde no se borre y para tener en cuenta que si de un momento a otro, mientras estás estrangulando al jefe de la mafia ucraniana en un diminuto baño, aparece uno de sus guardaespaldas, también hay que estrangularlo, y que si mientras tanto aparece otro, pues también hay que estrangularlo, y que además es bueno tener un cómplice afuera, ser limpio, ser práctico y decir ciao con un acento perfecto que no te hace pasar por italiano pero que sí compensa factores de tu vida como aquel de tener un nombre insulso similar al de Tom Ripley, ese talentoso señor.

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