Tres años a bordo de Palinuro

Posted: miércoles, septiembre 20, 2006 by Godeloz in


Esta librería se ha convertido en un sitio donde los buenos lectores pueden encontrar los títulos que nunca pasarán de moda.

Los anaqueles coloreados de lomos centenarios le dan a la librería Palinuro el aire de una biblioteca imposible; como si de una colección ficticia se tratara. Pero una vez más, la realidad supera a la ficción y los 6.500 títulos que descansan de su viaje migratorio en esta librería podrían superar incluso a los tomos que Don Quijote muy celosamente guardaba y que terminaron por sumergirlo en su ensoñación de caballero.

Ya son tres años los que han pasado desde que los cuatro quijotes que timonean este barco decidieron hacerse a la mar.

Tener una librería de viejo era el delirio de embriaguez del caricaturista Elkin Obregón. Una obsesión que terminó por contagiar al humorista Sergio Valencia, al administrador Luis Alberto Arango y al escritor Héctor Abad Faciolince.

Valencia fue el segundo a bordo. Varias veces había escuchado de la obsesión de su amigo pero únicamente sentirse cerca de la muerte, a causa de un robo a mano armada, que afortunadamente fracasó, lo hizo “pararle las cañas” para montar la librería. Luego, estando ya reunidos, faltaba encontrar un nombre propicio para el barco. Querían uno que remitiera al maestro León de Greiff pero en el cúmulo de sus poemas no hallaban ninguno, hasta que Luis Alberto Arango propuso bautizar la librería con el nombre de un héroe literario.

Palinuro es el piloto de Eneas a quien el sueño arrojó al mar, pero también es el protagonista de una novela de Fernando del Paso que se arrojaba, con sueño o sin él, al naufragio de un amor sin convenciones, excesivamente lúbrico.

La novela Palinuro de México sumió a Luis Alberto Arango en el hipnotismo, por allá en los años 80. “Me daban las 5 de la mañana leyendo este libro y tomando aguardiente”. Y de ella tomó el nombre prestado para bautizar la librería. Una semana después de bautizado el lugar, descubrieron, como si el destino les diera el visto bueno, que León de Greiff había escrito un poema que empieza con la pregunta “¿Dónde está Palinuro?”.

Libros leídos

Así empezó esta aventura de vender libros leídos, término inventado por el maestro Obregón.
Inicialmente, el inventario de libros llegaba a los 1.500 pero la familia creció y no de cualquier manera. Hay libros que datan de 1.600 y otros no tan antiguos pero tan valiosos como eslabones perdidos. Hay rarezas de gran tamaño como la primera edición de “El oro de los tigres” y “El libro de los seres imaginarios” de Jorge Luis Borges.

Pero también están los libros de combate como los llama Luis Alberto, aquellos que siempre serán buscados por los buenos lectores. “Hay generaciones que se desprenden de unos títulos pero llegan las nuevas generaciones y los toman. Los libros que jamás pasan de moda nos sorprenden. Kafka, Dostoievski, Herman Hesse, García Márquez… Autores que siempre se van a leer y en el fondo son los que sostienen la librería. ¡Cuántas ediciones del Quijote no hemos vendido! Muchísimas”.

Pero el tiempo les mostró que no sólo había que darle espacio a la literatura. Porque también llegaban los lectores de otros temas con sus inquietudes. “Nosotros nos hemos especializado en literatura pero vimos que también debíamos conseguir ensayos de filosofía, sociopolítica, lingüística, historia colombiana y universal, el área de biología, arte, teatro… Eso te da un espectro porque confirma que hay lectores para muchos temas. De hecho, si hemos estado tres años aquí tratando de hacer una labor quijotesca es porque los lectores nos han permitido hacer un punto de equilibrio”, comenta Luis Alberto Arango.

La pasión de leer

Parece que los clientes que van llegando a hojear los libros no sólo le dan a Luis Alberto la intuición de una venta sino que confirma algo que lo alegra. Que en la ciudad hay personas de todas las edades, de todas las profesiones y tendencias que comparten esa pasión por la lectura y la literatura.
“Los tres años nos han dado enormes sorpresas que lo reconcilian a uno con la ciudad porque uno sigue viendo lectores, así sean nichos muy pequeños de lectores pero están ahí. La queja de que la gente no lee es permanente, pero si haces una abstracción y piensas en un año de actividad de la librería te das cuenta de la cantidad de libros que salen y de la cantidad de gente que está leyendo”.

Asimismo, este trabajo en la librería le ha confirmado a Luis Alberto dos cosas muy importantes que todo lector debe saber. “Que cuando uno es amante de estos objetos se da cuenta que no ha leído nada en la vida, podría vivir uno 1.500 años y no alcanzaría a leerse siquiera los autores viejos. Lo otro es que uno aquí nunca se aburre porque llegan amigos y conocidos a hablar sobre libros. Es una profesión el ejercicio de estar leyendo, no por la cantidad de libros sino por el gusto, esas son cosas que impactan”.